enero 04, 2013

Noctilucencia


Es que en ti
el cielo es más amplio,
más limpio y más fresco,
como la brisa que sopla de oriente,
que corre libre, a voluntad,
risueña y sin esfuerzo;
plena en su norma, como tú.
¿Quién querría retenerte
en tu carga, hermoso espectro?
si tu feroz paso es el compás
de la vida y para mi es deleite
el espectáculo de su creación.

Yo siento que estoy alegre,
y que cojo vuelo de la mano
de un vapor firme; tanto así
que no temo caer.
Decidido y con impulso
me toma y me coloca
donde rayos quiere;
a mí no me importa,
porque me siento seguro
y estoy alegre.

Impelido hacia lo alto,
al cielo desparramado
en todas las direcciones,
como si una esfera musical,
complejísima en partitura,
hubiese estallado con violencia
hacía millares de eras,
calcando eternamente
en tu vientre un
daguerrotipo cósmico.

Mientras remonto liviano,
las estrellas me cantan,
la brisa me canta, las hojas
allá abajo me cantan, incluso
el profundo azul zafiro del cielo
me canta; todo me canta,
entonando una dulce melodía
que me arrulla en la serenidad
del aire. Me encanta,
porque todo es bondad.

Y tu sonrisa en frente de mí,
de hilos de gracia bordada,
dibuja un navío de plata
y en él me hace zarpar
al estupor de los fuegos,
madrugada adentro.

Sí, adelante… ríe conmigo.
Regálate a mí, por ser aun,
luego de tantas contiendas,
el que te espera, día tras día,
y el que te ama, noche tras noche,
tal como eres; sin menos, sin más.

Déjame respirarte otro instante.
Déjame rodar en tu sombra
y entre el bucólico perfume,
antes de que la aurora
disipe inclemente los trazos,
y el lucero anuncie
la triste partida de tus manos,
en brazos de Apolo.


Noctilucencia
Pintura y fotografía bases:
 La Noche Muriendopor Vasily A. Kotarbinsky
Fotografía de nubes noctilucentes, por Derick Rethans

Edición digital por J. J. B. Bravo

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