diciembre 12, 2018

Doctrina



No todos en este mundo han sido inculcados
de honestidad, o humildad, o solidaridad,
o empatía, desde sus chosas, compañero,
ni todos son inmunes al antiguo impulso,
cuando son tentados por los destellos del mundo
y se hacen de lo ajeno a una costa de sus almas.

¿Quién castigará a estas gentes por sus faltas,
hoy o mañana, ante nuestros ojos?
¿Quién hará saldar sus cuentas a aquellos que
bajo condición pactan y sin condición deshonran?
¿A dónde tendremos que ir tú y yo para estar sin cuidado,
libres del deseo de justicia que nos asalta y nos corroe?

¿Acaso es posible tal cosa en la Tierra, mientras vivamos,
con las manos en los bolsillos, acumulando polvo?
¿Acaso deberemos esperar a que venga a nosotros tu reino,
cuando todas las hojas del árbol yazgan ya a tu sombra,
y no exista entonces maldad en el corazón de los hombres
que confiera justo mérito a la honradez verdadera?

Si tu verbo esta en mi corazón, yo he de traer tu reino
a mi lar, ahora y siempre, y a donde sea que mis pies,
uno delante del otro, me lleven. Y sin proferir versículo alguno,
mis manos han de llevar tu palabra a donde quiera,
como si fuesen una sola, sin poder más que dar y 

dar más que solo polvo: agua de vida para vivir bien.



Detalle de una pintura con la imagen del Sagrado Corazón de Jesús.
Realizada por Pompeo Girolamo Batoni en 1767.











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